La necesidad de tomar decisiones, a veces tan difíciles como la que atormentaba a Hamlet y que Shakespeare inmortalizó en su conocido monólogo, no es patrimonio exclusivo de la raza humana. Todos los seres vivos que poseen un repertorio de conductas diversas han de elegir entre varias posibilidades. Y a medida que la complejidad de los organismos va aumentando en la escala evolutiva, la toma de decisiones adquiere complejidad y dificultad.
La toma de decisiones es uno de los procesos más difíciles a los que se enfrenta el ser humano. Siempre hay que tener en cuenta que cada persona afronta la resolución de problemas de una forma diferente, basada en su experiencia y su historia de reforzamiento. Tenemos en cuenta que la vida completa está llena de decisiones, desde el mismo momento de iniciar el día que tenemos por delante.
Continuamente, las personas deben elegir entre varias opciones aquella que consideran más conveniente. Es decir, han de tomar gran cantidad de decisiones en su vida cotidiana, en mayor o menor grado importantes, a la vez que fáciles o difíciles de adoptar en función de las consecuencias o resultados derivados de cada una de ellas.
Hay modelos clásicos de cómo se toman las decisiones y existe un esquema básico de resolución de problemas (D´Zurilla, Goldfried, 1971) que plantea como hacerlo de forma efectiva y se ha incorporado a la terapia cognitivo conductual con todos los méritos (Nezu, 2004).
La calidad de las decisiones tomadas marca la diferencia entre el éxito o el fracaso.
Ahora bien: ¿qué se entiende por decidir? Schackle define la decisión como un corte entre el pasado y el futuro. Langer y García Higuera; definen la decisión como la elección entre varias alternativas posibles, teniendo en cuenta la limitación de recursos y con el ánimo de conseguir algún resultado deseado. Como tomar una decisión supone escoger la mejor alternativa de entre las posibles, se necesita información sobre cada una de estas alternativas y sus consecuencias respecto a nuestro objetivo.
La importancia de la información en la toma de decisiones queda patente en la definición de decisión propuesta por Forrester, entendiendo por esta «el proceso de transformación de la información en acción». La información es la materia prima, el input de la decisión, y una vez tratada adecuadamente dentro del proceso de la toma de decisión se obtiene como output la acción a ejecutar. La realización de la acción elegida genera nueva información que se integrará a la información existente para servir de base a una nueva decisión origen de una nueva acción y así sucesivamente.
Todo ello debido a una de las características de los sistemas cibernéticos que es la retroalimentación o Feedback.
Decidir significa hacer que las cosas sucedan, en vez de simplemente dejar que ocurran como consecuencia del azar u otros factores externos. Esta habilidad ofrece a las personas herramientas para evaluar las diferentes posibilidades, teniendo en cuenta, necesidades, valores, motivaciones, influencias y posibles consecuencias presentes y futuras.
Esta competencia se relaciona con la capacidad de tomar riesgos pero difiere en que no siempre las decisiones implican necesariamente un riesgo o probabilidad de fracaso, sino dos vías diferenciales y alternativas de acción para resolver un problema.
Sin embargo, queremos ampliar nuestra visión y tener en cuenta otras variables que parecen obviarse en la toma de decisiones, como son la emoción desde la que se toma, el tipo de apego desde el que cada uno se relaciona con el medio y el proceso creativo del sujeto (para la generación de alternativas).
Identificación del problema. Problema detectado – Área u oportunidad de mejora:
Hemos creído siempre que se podían tomar decisiones de forma racional y objetiva, sin embargo, en los últimos años se está demostrando que no es así, y que influyen otras variables como el tipo de apego que predomina en nosotros, la creatividad que estemos dispuestos a generar y la emoción bajo la cual estamos en el momento de tomar la decisión. Estas son algunas de las variables, no todas, por supuesto.
Ana Muñoz, psicóloga y especialista universitaria en medicina psicosomática y psicología de la salud, dice que el “problema” es que se ha creído que la toma de decisiones podía ser alexitímica, que las opciones si estaban reducidas a dos ó tres la decisión era más acertada, y que el apego no influye en la toma de decisiones del profesional.
Si desde que nos levantamos, estamos tomando decisiones y nuestro trabajo en la empresa, fundamentalmente es tomar decisiones, debemos tener en cuenta, que los últimos estudios muestran que las decisiones son inconscientes, que existen múltiples factores que influyen en ellas y aunque queramos que sean objetivas, debemos aceptar que no lo son.
«La gente piensa que sus decisiones y opciones son la mayor parte del tiempo conscientes y racionales, en relación con sus deseos, intereses y motivaciones», explica Andrews. «El hecho es que la mayoría de nuestras decisiones en la vida diaria se realizan en un nivel inconsciente, significa que son muy vulnerables a los intentos persuasión que se realizan en nuestra inconsciencia.»