César Sánchez Prieto nos habla de emociones, cuerpo y mente desde el enfoque de la neuropsicología a través de las emociones básicas del Miedo y la Ira.

 

La neuropsicología una rama de la psicología, que sirve para entender los principios básicos de la experiencia del ser humano a la hora de percibir, sentir, actuar y responder.

 

Tradicionalmente, la neuropsicología se ha ocupado de estudiar la relación entre los procesos cognitivos superiores y el cerebro: que pasa en el cerebro cuando prestamos atención, memorizamos, tomamos decisiones, razonamos o cuando nos movemos…etc

Actualmente, las emociones se han ido incorporando a la neuropsicología para entender los procesos cognitivos integrados con el pensamiento y las emociones. No son compartimentos estancos, es un todo integrado: emociones, cuerpo y mente.

No podemos entender los procesos cognitivos sin las emociones. El pensamiento y la emoción están vinculados, no son departamentos estancos, todo está integrado.

 

Las emociones se procesan en el cerebro y se sienten en el cuerpo. Y su función principal es hacernos huir del dolor y buscar el placer.

 

Hay una emoción detrás de todo lo que hacemos.

 

¿Cómo funciona la relación entre el cerebro, las emociones y el cuerpo?

En el cerebro tenemos estructuras. Son circuitos que podemos ver como carreteras que unen estructuras distintas pero interdependientes, que dependen unas de otras.

Las emociones se procesan en el sistema límbico, donde se encuentra la amígdala que dota de significado emocional aquello que nos pasa y el hipocampo que contextualiza esa emoción.

El córtex prefrontal es la región del cerebro que nos dota de más capacidades de función superior (escribir una poesía, razonamiento abstracto…)

El sistema límbico procesa las emociones y el córtex prefrontal es el que puede ayudarnos a regularlas.

 

Sobre el miedo y la ira

El miedo y la ira son emociones básicas y universales. Han sido imprescindibles en la supervivencia de la especie y están presentes en todas las culturas.

Las emociones básicas según Susana Bloch son:

  • Alegría
  • Tristeza
  • Miedo
  • Rabia/Ira
  • Erotismo
  • Ternura

 

La ira y el miedo pueden ser muy incapacitantes y a veces están relacionadas. Son las emociones más presentes en los procesos terapéuticos. En ocasiones, estas emociones primarias son el origen de otras secundarias como la culpa o la vergüenza.

Algo fundamental en cuanto a las emociones es validarlas. Las emociones no son ni buenas ni malas, hay que saber cual está actuando y calibrarla.

En consulta vemos como personas que han vivido situaciones de adversidad temprana o experiencias traumáticas, han generalizado estas emociones a otros contextos.

Por ejemplo, por una experiencia post-traumática no tratada a tiempo, el miedo puede trasladarse a nuestro día a día e interferir en nuestra vida.

 

Cómo saber si la emoción es patológica

Para saber si una emoción es patológica o no, debemos preguntarnos en qué medida, con qué frecuencia e intensidad, interfiere en nuestra vida cotidiana.

Esta emoción ¿me permite hacer una vida normal?: poder coger el autobús, tener una relación social, entrar en un lugar cerrado, acudir a un espacio abierto o salir de casa.

En consulta, el psicólogo ayuda a delimitar esa frontera entre la normalidad y la patología y valora hasta que punto la emoción está siendo incapacitante.

 

La relación de las emociones con el apego

En los 3 primeros años de vida, según la crianza que hemos recibido y la disponibilidad emocional de nuestros padres, hemos tenido una imagen, amenazante o segura, del mundo que nos rodea. Esto condiciona como reaccionamos a lo largo de la vida.

Sabemos que una experiencia traumática condiciona el funcionamiento del córtex prefrontal y este no termina de desarrollarse hasta aproximadamente los 25 años. El desarrollo de este área está muy ligado al apego.

Por ejemplo, los adultos del entorno de un niño, intentan razonar con él y explicarle de forma lógica una situación. Esto ayuda a que el niño comprenda la verbalización y la secuencia de la situación. Sin embargo, no entiende la totalidad de la explicación porque su neocórtex no está formado.

La seguridad y tranquilidad frente a situaciones complejas, la forma de reaccionar de los adultos, son un modelo que ayuda al desarrollo del razonamiento lógico del niño.

 

Pensemos en niños, adolescentes o adultos que han tenido algún tipo de adversidad temprana o situación traumática que haya condicionado su neurodesarrollo. Esto afecta y compromete la comunicación del sistema límbico con el neocórtex.

Por ejemplo, a una persona a la que le decimos “tienes que controlarte, no cometas los mismos errores”, si ha tenido algún daño emocional en el pasado, es posible que no sea capaz de activar de forma funcional su córtex prefrontal.

Nos cuesta regular las emociones porque el neocórtex y el sistema límbico están unidos por carreteras en ambos sentidos. Sin embargo, desde la amígdala al neocórtex, hay autopistas con vías muy anchas. Y en sentido contrario, hay carreteras nacionales.

Esto explica que las emociones influyen en nuestra conducta, razonamiento y toma de decisiones, incluso más de lo que pensamos, y que en ocasiones nos cueste regularlas.

Así, la vía cognitiva (que nos digan lo que tenemos que hacer o nos den una razón lógica y argumentada) no es suficiente. Intentar abordar el miedo, la ira o el enfado de una persona por la razón es una manera de invalidar la emoción y es ineficaz, incluso causa el resultado contrario.

 

Incluso para una persona que no ha tenido un recorrido traumático, la carga emocional en una situación de miedo o ira, es muy alta cuando escucha una explicación y no entiende nada. Porque su sistema límbico y su amígdala tienen una hiperactividad e hiperreactividad muy grandes. Todo esto se traduce en una respuesta endocrina y fisiológica en el cuerpo, que no permite esa posibilidad de escucha.

 

Estrategias para gestionar las emociones

A nivel terapéutico, la terapia cognitiva es un complemento, ayuda a dar explicación a las cosas que nos ocurren y a poder relativizar. Cuando hay emociones y tanta intensidad tenemos que recurrir a estrategias de:

  • Escucha activa: acompañar y validar la emoción de la persona.
  • Técnicas para el cuerpo: Respiración, relajación corporal y aplicar técnicas como el EMDR.
  • Acceder al sistema límbico y a la amígdala por otra parte que no sea el córtex prefrontal ni el razonamiento.
  • Validar nuestras emociones en nuestro entorno personal.

 

En el caso de personas que han tenido una infancia comprometida, un estilo de crianza inseguro y un entorno con un nivel de amenaza muy grande, normalmente se ha invalidado su emoción. Su enfado o miedo se ha enquistado.

Hay muchos casos de mujeres que censuran su enfado y se sienten culpables por enfadarse, cuando su enfado es legítimo, valido y tiene sentido. En ocasiones no nos permitimos validar ciertas emociones, entendemos que no tenemos derecho a sentir de forma negativa algo que nos ha hecho otra persona.

Socialmente la ira está mal vista. Se interpreta como una ausencia de gestión emocional. Es cierto que en ese momento puede haberla, por eso necesitamos herramientas que nos ayuden a regular estas emociones.

Cuando hablamos de regulación emocional de la ira debemos diferenciar entre ira y agresividad.

  • La ira es el sentimiento de enfado y puede traducirse en diferentes reacciones.
  • La agresividad es una reacción impulsiva en forma de violencia.

Además de las personas que no son capaces de controlarse y se expresan de forma agresiva, hay personas que contienen el enfado y la ira y no son capaces de expresarlos. Hay que animar y dotar herramientas a estas personas para que puedan expresar la ira de forma directa.

 

Consecuencias de contener la ira y el miedo

Hablando de enfermedades psicosomáticas, la contención o inhibición de la ira genera repercusiones en el cuerpo como hipertensión arterial y ulceras pépticas.

No expresar la ira, nos hace enfermar.

El miedo también puede repercutir en el cuerpo a través de enfermedades tópicas, respiratorias y renales. Además, el miedo puede llegar a paralizarnos o bloquearnos. Esto se debe a que interpretamos que algo del entorno (olores, colores, personas, sonidos, circunstancias…) puede ser un peligro grave o afectar a nuestra supervivencia.

Esto puede tener su origen en una situación pasada de nuestra vida (infancia, adolescencia, primera juventud…) que se está replicando en una situación del presente. Hablando, analizando y validando esta emoción podemos evitar que nos lastre en el presente y nos deje continuar con esa parte de nuestra vida que hemos obviado, rechazado o justificado mentalmente.

 

¿Cómo se puede expresar la ira contenida?

Para expresar la ira contenida no hay una única respuesta.

Es aconsejable acudir a terapia, para que el profesional aborde la regulación emocional del paciente valorando qué es lo que está contenido, la intensidad de la emoción, saber cuánto tiempo lleva así, como ha sido su historia, si hay o no experiencias traumáticas, qué nivel de tensión le genera…

Cuando hay mucha ira contenida, posiblemente esa persona necesita ayuda, y es importante que encuentre un espacio donde sentirse libre de poder expresarla, legitimar esa emoción y reconducirla de manera adecuada y que no sea un mero desahogo.

De forma general podemos empezar por la asertividad, la comunicación no violenta (CNV) y por activar nuestro cuerpo con ejercicio físico.

 

 

Finalmente, César Sánchez nos aconseja que «Empecemos por validar lo que sentimos e integrarlo dentro de nuestra riqueza personal.».

Validar no es dar la razón, es entender desde donde alguien está sintiendo algo y legitimarlo para empezar a trabajarlo.

La ciencia corrobora que, para tomar una decisión cotidiana, por básica que sea, por muy racionales que seamos, estamos inundados por motivaciones ligadas a las emociones. Es imposible entender la mente sin entender la experiencia de la emoción.

 

Si quieres estabilizar tus emociones y retomar una gestión adecuada para vivirlas plenamente, escríbeme o reserva una cita y para comenzar tu camino hacia el bienestar.

Recuerda, si tú cambias, todo cambia.