La culpa es una emoción tan poderosa como compleja, por su origen y también por la multiplicidad de factores psicológicos con los que se relaciona e interactúa.
La emoción de culpa está, en general, acompañado de emociones y sensaciones displacenteras como tristeza, angustia, frustración, impotencia o remordimiento, entre otras, y de pensamientos reiterativos e improductivos; y funciona de un modo diferente según su origen temporal. Así, podemos sentir culpa por:
-Algo que hicimos o no hicimos (pasado).
-Algo que no estamos o estamos haciendo (presente).
-Algo que vamos o no vamos a hacer (futuro).
La culpa es un mecanismo
En el que, a partir de un acto u omisión, realizamos un “juicio moral” de nuestra conducta (incluso de nuestros pensamientos) y “dictaminamos” que hemos cometido un error y deberíamos tener un castigo.
Cuando sentimos culpa ante una acción u omisión:
-Somos nuestros propios “jueces”.
-Realizamos el “dictamen” de culpabilidad.
-Y finalmente nos aplicamos el “castigo”: emociones displacenteras.
En el proceso de la culpa influye lo que podríamos denominar conciencia moral, un conjunto de normas y valores que hemos construido desde la infancia, para diferenciar el “bien del mal”, y que nos permite establecer los límites, a nuestra conducta y a nuestros pensamientos.
¿Quieres saber cómo ponerte en acción y no postergar? te recomiendo este artículo.