«A veces se me trababa el pie, a veces trastabillaba, a veces notaba cansancio, pero nada me hacía presagiar qué era lo que me ocurría salvo, estoy agotada del trabajo.
Y así pasaban las semanas, los meses, hasta que un día fue un “too much” y decidí ir al especialista en neurología.
El diagnóstico fue devastador. No podía creer que, con lo deportista que soy, pudiera estar pasándome esto a mí. La noticia se me dijo de forma rigurosa y distante, como si me estuvieran confirmando que tengo los ojos marrones; sin embargo, lo que significaba era mucho más que eso. Debería aprender a vivir con una medicación de por vida, sin visos de curación (salvo que la investigación avance mucho), con limitaciones en mi vida diaria, hasta el punto de necesitar un cambio de funciones dentro de la organización en la que trabajo.
En definitiva, una etiqueta, cambió mi vida.»
Esa fue, más o menos, la descripción de los hechos que me facilitó el paciente cuando tuvimos el primer encuentro.
No sólo estaba traumatizado por el diagnóstico, sino por la forma en que se le había transmitido y las consecuencias en toda su vida que iba a conllevar.
A partir de ese momento:
- comenzamos un abordaje de comprensión de necesidades en función de la realidad actual
- envío de cuestionarios que acompañen a identificar maneras de autocuidarse, posibles fragilidades y logros conseguidos
- desensibilización con terapia EMDR del momento de la comunicación del diagnóstico
- dotación de recursos para cuando se desestabilizara emocionalmente en su día a día
- identificación de desencadenantes que le hacen sentirse mal
- elaboración de línea de vida con situaciones perturbadoras concretas
- presentación de una estrategia a seguir, con la posibilidad de flexibilizar en función de los acontecimientos de la vida
- aplicación de protocolos específicos en función de casa necesidad requerida y diana elegida
- conclusiones y evaluaciones regulares como revisión del proceso
Después de una docena de sesiones, el paciente se muestra tranquilo, confiado, esperanzado, con recursos que le ayudan a vivir cada día desde el presente, valorando las oportunidades y generando nuevas.
Ha ido tomando decisiones que le acercan al bienestar, poniendo límites, planificando espacios de autocuidado físico y emocional, siendo consciente de ciertas limitaciones físicas, pero no psíquicas.
Frases de feedback:
“Yo creía que me conocía bien y que era muy asertivo. Aquí he descubierto que, estaba haciendo el idiota. Ni me conocía, ni decía que no a nada…”
“Sigo teniendo miedo a un brote, a quedarme postrado en una silla de ruedas. Aunque ahora sé, que ese miedo me ayuda a poner límites, a cuidarme. Ya no es malo sentir miedo”
“Cuando llegué aquí, nunca pensé que daría las gracias a esa etiqueta y a ese médico. En aquel momento me identifiqué con el diagnóstico y dejé de pensar en mi, sólo podía sentir dolor y desesperación”
“Soy plenamente consciente que habrá cosas que no voy a poder hacer de forma inmediata. Me lo tomo como una carrera de fondo, no es un sprint. Seguiré haciendo medias maratones física y mentalmente”
Si estás en una situación similar y quieres recuperar tu bienestar, escríbeme o reserva una cita y hablamos de cómo empezar tu proceso.
Recuerda, si tú cambias todo cambia.
Este artículo aparece en la Revista Chai&LifeNews en el número de Marzo-Abril
Puedes ver aquí el artículo completo publicado en la revista:
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